📘 Capítulo: BlackRock / Larry Fink
El poder global sin rostro: deuda, presión y condicionamiento desde las alturas
1. Origen y consolidación del actor
BlackRock Inc. es el mayor administrador de activos del mundo. Fue fundado en 1988 por un equipo de ejecutivos de Wall Street liderados por Larry Fink, quien sigue siendo su CEO hasta hoy. Desde entonces, la firma creció exponencialmente hasta gestionar más de USD 10 billones (trillions en inglés) en bonos, acciones, fondos indexados, derivados y activos estratégicos.
A diferencia de los bancos tradicionales, BlackRock no presta directamente. Su modelo consiste en administrar capitales de terceros (fondos de pensión, bancos centrales, aseguradoras) y colocarlos en mercados globales, con fuerte participación en bonos soberanos y empresas multinacionales. Tiene oficinas en más de 30 países y accionistas en casi todos los sectores clave de la economía mundial: energía, alimentos, farmacéutica, defensa, datos, medios, etc.
En Argentina, BlackRock comenzó a adquirir bonos soberanos y deuda privada durante los años 2016–2018, aprovechando las altas tasas del gobierno de Mauricio Macri. Tras la crisis de 2018 y el default de 2020, emergió como el principal acreedor privado del país, encabezando la negociación de reestructuración de deuda bajo el gobierno de Alberto Fernández.
2. Sectores donde opera
BlackRock no produce bienes ni brinda servicios al consumidor: opera como cerebro financiero, con influencia transversal sobre todos los sectores. En el caso argentino, su intervención se concentra en:
-
Bonos soberanos: es uno de los principales tenedores de deuda externa argentina, tanto en moneda extranjera como local.
-
Fondos de inversión (ETFs, hedge funds): gestiona carteras que incluyen empresas argentinas o ligadas al país (YPF, bancos, energéticas).
-
Relaciones institucionales: influencia sobre organismos multilaterales (FMI, Banco Mundial), bancos centrales y gobiernos.
-
Información y vigilancia: mediante su plataforma Aladdin, analiza riesgos globales, incluyendo factores políticos, ambientales, sociales y económicos de cada país. Gobiernos y empresas dependen de su análisis para atraer inversiones.
3. Métodos de extracción o concentración
BlackRock no extrae recursos naturales ni dirige empresas locales, pero su capacidad de condicionar la política económica nacional es una forma avanzada de extracción estructural:
-
Compra de bonos en ciclos de endeudamiento: entró a Argentina durante el ciclo de tasas altas bajo Macri, atraído por ganancias rápidas en moneda dura.
-
Litigación indirecta o presión coordinada: en 2020 encabezó, junto a otros fondos (Ashmore, Fidelity), la negociación de reestructuración de deuda con fuertes exigencias.
-
Poder de mercado y presión mediática: influyó en el riesgo país, en los flujos de inversión y en el clima general de negocios. Su negativa inicial a aceptar la oferta argentina en 2020 elevó la presión financiera sobre el país.
-
Exigencia de condiciones estructurales: si bien no exige reformas abiertamente como el FMI, actúa como proxy del mercado: si Argentina no toma medidas “favorables”, se frena la inversión o se castiga el valor de sus activos.
4. Vínculos políticos y redes de poder
BlackRock no actúa solo como gestor financiero: es un actor político de alto nivel. Su CEO, Larry Fink, tiene relaciones personales y permanentes con líderes globales, entre ellos:
-
Gobiernos de EE.UU.: BlackRock fue llamado por la Reserva Federal para administrar parte de los fondos del rescate económico en la pandemia. Fink asesora a líderes del Partido Demócrata y tiene acceso directo a la Casa Blanca.
-
Organismos multilaterales: influye en el FMI, el Banco Mundial y el G20 a través de informes, consultorías y presencia en foros internacionales.
-
Gobiernos latinoamericanos: en la reestructuración argentina de 2020, Alberto Fernández pidió ayuda a Andrés Manuel López Obrador (México) y al Papa Francisco para interceder ante Fink y destrabar la negociación.
-
Fondos aliados y abogados corporativos: actúa junto a otros grandes fondos (Fidelity, PIMCO, Ashmore) y bufetes internacionales de alto poder.
En Argentina, aunque no tiene presencia partidaria directa, su influencia se ejerce a través del mercado, la deuda y la inversión externa. Los equipos técnicos del Ministerio de Economía han debido negociar directamente con su grupo de abogados y operadores, en condiciones muchas veces asimétricas.
5. Consecuencias para el país y la sociedad
La intervención de BlackRock en Argentina tiene consecuencias estructurales:
-
Condicionamiento de la política económica: los gobiernos deben diseñar su política fiscal, monetaria y cambiaria pensando en “los mercados”, que en realidad son estos grandes fondos.
-
Fuga legalizada de capitales: los flujos de entrada de capital durante el macrismo fueron seguidos por salidas ordenadas cuando la situación se tornó inestable. BlackRock pudo entrar, cobrar intereses y salir sin restricciones.
-
Obstáculo a la soberanía financiera: en 2020, el fondo resistió durante meses una reestructuración que pretendía hacer la deuda más sustentable, amenazando con demandas y boicots.
-
Limitación de alternativas políticas: cualquier propuesta económica que implique regulación financiera, control de capitales o distribución progresiva choca con la reacción de estos fondos: se castiga al país con caída de bonos, fuga, suba del riesgo país y presión cambiaria.
El resultado es una democracia hipotecada, donde el margen de decisión real se ve reducido por el interés de acreedores externos con poder descomunal.
6. ¿Saben lo que hacen?
Sí. BlackRock no es un actor neutro ni accidental. Es consciente del peso que tiene en los países periféricos y actúa en consecuencia. Larry Fink, en sus cartas anuales a inversores, se presenta como una figura progresista preocupada por el cambio climático y la justicia social, pero en los hechos, su empresa prioriza la rentabilidad de sus fondos por encima de la estabilidad económica de países endeudados.
No es necesario que cometa ilegalidades: opera dentro del marco legal que él mismo ayuda a consolidar, con tribunales internacionales favorables, tratados bilaterales de inversión y falta de regulaciones eficaces. Su capacidad de intervenir sin exponerse, de lucrar sin responder, no es ingenua: es estructural al sistema financiero global que representa.
7. Conclusión: su rol en la continuidad del modelo de país
BlackRock encarna la fase más sofisticada del saqueo estructural: la del capital financiero globalizado, sin territorio, sin ejército, pero con poder real sobre decisiones soberanas. No necesita comprar empresas ni patrocinar golpes: controla los términos del endeudamiento, condiciona la inversión externa y define el clima económico sin asumir ninguna responsabilidad democrática.
En la Argentina, su rol ha sido claro: participar del negocio del endeudamiento, presionar en las reestructuraciones, retirar fondos en momentos clave y mantener al país en una situación de dependencia constante. Su presencia, como la del FMI, marca el límite real de lo políticamente posible en un país subordinado al capital global.
En este sentido, BlackRock no es solo un actor financiero: es un custodio del modelo de país que Argentina no eligió pero que carga desde hace décadas.
🔁 Contracara: ¿Cómo sería este rol al servicio del desarrollo nacional?
Imaginemos que un fondo como BlackRock, en lugar de actuar como comando global del capital financiero, operara como vehículo de inversión internacional comprometido con el desarrollo argentino.
Esto implicaría:
-
Aceptar regulaciones soberanas: no condicionar las políticas económicas internas del país ni exigir condiciones leoninas para invertir.
-
Invertir en sectores productivos reales: apoyar industrias de valor agregado, tecnología, energías renovables, infraestructura federal.
-
Respetar la justicia local: no litigar contra el Estado en foros como el CIADI o tribunales extranjeros, sino someterse a las normas nacionales.
-
No especular con deuda soberana: abstenerse de comprar bonos a precios de default para luego presionar por pagos totales con ganancia usuraria.
-
Participar en esquemas de financiamiento con plazos razonables, tasas bajas y fines productivos, no solo para maximizar rentabilidad a corto plazo.
Un fondo con ese comportamiento sería un socio estratégico para el desarrollo nacional, no un carroñero del empobrecimiento.
Por supuesto, esto exigiría también un Estado firme, con reglas claras, y una sociedad que no tolere que el capital financiero gobierne por encima de las urnas.
El rol de un fondo global no tiene por qué ser destructivo.
Lo que destruye es la combinación entre su impunidad extraterritorial y la docilidad local.