📘 Capítulo: YPF – Dirección actual
¿Empresa nacional o corporación con lógica privada?
1. Origen y consolidación del actor
Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) fue fundada en 1922 como la primera empresa estatal de petróleo del mundo. Durante décadas simbolizó la soberanía energética argentina.
Sin embargo, su historia reciente es ambigua: fue privatizada en los 90, comprada por Repsol, luego parcialmente reestatizada en 2012 con el 51% en manos del Estado nacional, aunque conservando una estructura societaria y de gestión propia del sector privado.
Desde entonces, la dirección de YPF se mueve en una zona gris entre lo público y lo corporativo, con criterios de rentabilidad, participación bursátil y alianzas estratégicas con actores privados (nacionales y extranjeros), como Chevron o Petronas.
2. Sectores donde opera
YPF tiene un rol estructural clave en la matriz energética y productiva argentina:
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Exploración y explotación de hidrocarburos (convencionales y no convencionales) en todo el país.
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Participación protagónica en Vaca Muerta, tanto directamente como en joint ventures.
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Refinación, transporte y comercialización de combustibles.
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Participación creciente en litio, a través de YPF Litio.
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Proyectos de hidrógeno verde, renovables y transición energética, aún incipientes.
3. Métodos de extracción o concentración
A pesar de su condición de empresa con mayoría estatal, YPF opera muchas veces con lógica privada, especialmente:
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Gestión cerrada y limitada rendición de cuentas al Congreso.
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Alianzas con multinacionales en condiciones poco transparentes (ej. acuerdo secreto con Chevron).
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Priorización de resultados financieros por sobre planificación energética nacional.
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Utilización de mecanismos bursátiles, emisión de deuda y participación en ADRs en Wall Street, que condicionan su gobernanza.
En la práctica, YPF no se comporta como una empresa pública al servicio de un plan nacional, sino como una corporación mixta condicionada por mercados y acuerdos políticos.
4. Vínculos políticos y redes de poder
La conducción de YPF suele ser designada por el Poder Ejecutivo, pero sus cuadros directivos muchas veces provienen del sector privado, con fuertes lazos con:
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Ex funcionarios de Shell, Techint, PAE, entre otros.
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Gobiernos provinciales: sobre todo en Neuquén, donde se juega la gobernabilidad a cambio de concesiones.
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Empresas privadas extranjeras: Chevron, Petronas, Equinor.
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Bancos e inversores internacionales, dada su participación en bolsa.
Esto hace que sus decisiones no respondan exclusivamente a intereses nacionales, sino a una trama compleja de equilibrios entre capital, política y geopolítica.
5. Consecuencias para el país y la sociedad
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Ambigüedad estratégica: sin una dirección política clara, YPF oscila entre ser vanguardia del desarrollo o agente de continuidad del modelo extractivo.
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Riesgo de captura corporativa: muchas decisiones se toman con criterios de mercado, no de bienestar colectivo.
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Débil integración tecnológica: escasa articulación con universidades, CONICET y polos científicos para generar innovación nacional.
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Condiciones opacas en acuerdos clave, que dificultan la soberanía energética plena.
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Participación parcial en sectores clave como el litio, donde no lidera ni define el modelo.
6. ¿Saben lo que hacen?
Sí, pero el problema es qué intereses orientan sus decisiones.
La dirección de YPF suele tener formación técnica sólida, pero sus vínculos con el capital privado, los condicionamientos del mercado y la falta de un plan estratégico nacional hacen que se priorice el equilibrio financiero por sobre la construcción de soberanía energética real.
7. Conclusión: su rol en la continuidad del modelo
YPF, lejos de ser una herramienta clara de emancipación energética, es hoy un actor ambiguo, capaz tanto de contribuir al desarrollo como de perpetuar el saqueo.
No es una petrolera nacional en sentido fuerte, sino una sociedad anónima con mayoría estatal, que muchas veces responde más a los mercados que a la Nación.
🔁 Contracara: ¿Cómo sería este rol al servicio del desarrollo nacional?
Una YPF dirigida con visión estratégica y compromiso soberano podría ser el motor de una política energética federal, limpia y justa:
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Liderar un plan nacional de transición energética: del gas al hidrógeno y a las renovables.
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Encabezar la industrialización del litio y los minerales críticos, con tecnología y trabajo argentino.
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Actuar como empresa madre de una red federal de energías que incluya cooperativas, provincias y universidades.
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Publicar y debatir todos sus acuerdos estratégicos en el Congreso, con auditoría social y científica.
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Fijar precios internos de combustibles compatibles con desarrollo productivo, no con rentabilidad de accionistas.
Con voluntad política, YPF podría volver a ser símbolo de soberanía, y no un actor híbrido dentro del modelo dependiente.